El Legado de Icaro: Capitulo 1 (II)

 

Según cuenta la leyenda…

Ovidio nos relata en su obra “Las Metamorfosis”, que Ícaro es hijo de una esclava llamada Náucrate y de Dédalo, artesano ateniense, considerado el inventor por antonomasia en la mitología griega.
Dédalo significa “el ingenioso” y se rumoreaba que había inventado la mayoría de las herramientas utilizadas en carpintería. Entre las obras adjudicadas a él, se encuentran el templo de Apolo en Cumas, unos baños de vapor en Selinunte, una fortaleza en Agrigento y la terraza del templo de Afrodita en Érix. También se creía obra de Dédalo una silla plegable expuesta en el templo de Atenea Poliás en Atenas y se le consideraba autor de muchas imágenes en madera, algunas de las cuales se movían y sabían hablar.

Es imposible narrar la historia de Ícaro, sin familiarizarnos primero con la de su padre. Los problemas de Dédalo comienzan con un ataque de celos, producto del cual mata a su sobrino y discípulo (el cual demostraba ser mejor inventor que él) y tiene que exiliarse en Creta donde fue acogido por el rey Minos, quien le encargó muchas obras de ingeniería. Pero la historia se pone surrealista y por que no desagradable, cuando la reina Pasifae, esposa de Minos e hija de Helios, le pide un trabajillo personal a Dédalo: para poder satisfacer su deseo sexual de un toro místico, le pidió que construyera una suerte de disfraz de vaca para engañar las preferencias sexuales del mismo.
El inventor, como era costumbre, tuvo éxito, y de este “éxito” Pasifae concibió al Minotauro, ser mitad hombre mitad toro.
Minos, avergonzado por la existencia de aquella monstruosidad decidió esconderlo y no se le ocurrió mejor idea que encargar a Dédalo que construyese una trama de túneles y pasadizos diseñados de tal forma que quien entrase no fuese capaz de encontrar jamás el camino de salida.
Aquí es donde la historia de Dédalo, se cruza con la de otros personajes mitológicos, ya que el minotauro, malcriado como buen hijo de la nobleza, no aceptaba comer nada que no fuera carne humana. Cuando al rey Minos se le acabaron los mendigos, enemigos, y turistas, optó por encargar un delivery anual de siete muchachos y siete muchachas a Atenas, reino que al haber perdido la guerra, debía pagar tributo.
Esto siguió así por varios años, hasta que en uno de estos cargamentos de hamburguesas andantes, llegó el héroe Teseo, del que Ariadna, hija del Minos y Pasifae, y media hermana del ocupante del laberinto, cayó irremediablemente enamorada y ofreció ayudarle.
Ariadna, siguiendo los pasos de su madre, y su derecho de sangre a ser caprichosa, presiona a Dédalo para que la ayude en su rescate, y este le da un ovillo de hilo, el cual Teseo debía sujetar a la entrada del laberinto e ir devanándolo a medida que entraba en él, para después poder ser capaz de salir siguiendo el camino contrario.
Otra vez, Dédalo, contra su conveniencia posterior, tiene éxito, y Teseo después de matar al Minotauro sale del laberinto y se escapa con Ariadna.

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One Response to “El Legado de Icaro: Capitulo 1 (II)”

  1. ¡Qué bueno! Le seguiré leyendo. Me parece que el ningunismo tiene futuro y se va a ir desarrollando, me alegro mucho de que le pongan pilas a un proyecto de cambio radical y mental. Digo que se va a ir desarrollando no por la originalidad de la idea ni nada por el estilo, sino simplemente por la necesidad creciente que se da en la sociedad de despertar del ensueño y empezar a proyectar un cambio de rumbo con sentido. Estas “alas” que estamos necesitando no son más que entrar en el estado de despiertos verdaderamente y empezar a vivir de forma concienzuda, de la única forma que no nos produce contradicción ni que estamos siendo “como llevados por el viento”.
    Yo soy más bien afín al nuevo humanismo pero conocí a Roy y no se nos pasó por alto la hermandad que había entre nosotros y nuestras ideas.


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